Calígula: el magnicidio de la caja de Pandora
Para el comentario:
- ¿Crees que la falta de democracia interna en los partidos hace necesario “matar al jefe” para hacer una renovacion?
- ¿Crees que hay algún paralelismo entre la elección de Claudio y la de Zapatero? ¿Crees que sus compañeros de partido le nombraron “de chiripa” porque pensaban que era tonto?
Calígula exploró durante cuatros lo que significaba ser el princeps, y explotó al máximo la debilidad de la sociedad civil que su abuelo Augusto había trabajado tanto por conseguir; y ocultado tan hábilmente. Ya no procede la pantomima de renovar los poderes tribunicios y proconsulares cada diez años, como con Augusto. Los poderes del emperador Calígula lo son de por vida. Así pues, el único resorte constitucional que queda es acelerar su llegada al famoso Mausoleo de Augusto. Y matar al emperador no es fácil. Sólo queda al alcance de los mismos encargados de protegerla. Flavio Josefo nos cuenta el complot: Casio Querea, el héroe de Teotoburgo, lideró el hartazgo y el miedo provocados por el emperador demente. Pero no sólo estaban hartos de las bromitas del césar (tales como violar a tu mujer y luego comentar la jugada con el resto de comensales), también existía cierta nostalgia por la república, un recuerdo muy brumoso. Motivos altruistas aparte, algunos de los conjurados también buscaban vengar a sus familiares, que habían sido victimas de los juicios amañados por Calígula para quedarse con los bienes de los acusados. En cualquier caso, ni el Prefecto de la Guardia movió un dedo para salvar a su emperador; ni los libertos de su casa eran ajenos al complot, y colaboraron dando inteligencia de los movimientos del cesar.
La idea inicial era atacarle durante los juegos, pero no pudieron encontrar la ocasión. Tres días después, en una función teatral en el Palatino, los conjurados rodeaban al esperador esperando su oportunidad. pero Calígula no se movía de su silla. Cuando estaban a punto de atacar a la desesperada, el emperador sintió hambre. Acompañado de su tío Claudio y del conspirador Asiático, cambió de opinión y se dirigió a ver un coro de niños. Hay varias versiones:
- Mientas escuchaba a los niños cantantes, Casio Querea le apuñaló cerca del cuello por la espalda mientras exclamaba algo parecido a “¡Chúpate esa!”. Sabino remató la faena con un tajo en el pecho.
- Sabino pregunta por la contraseña para esa noche. Calígula responde “Júpiter” y Sabino le propina un tajo en la mandíbula mientras exclama: “Así sea”. Después, comienza un tumulto en el que recibe muchas puñaladas. Pero según las fuentes, menos que Julio Cesar, por cierto. Calígula no tuvo tiempo de pronunciar frases épicas.
Ya no hay emperador. Los romanos son libres. Y empieza a cundir el pánico. Sobre todo porque los guardias germanos han descubierto que han matado a su Káiser y han comenzado una orgía de venganza. Mientras algunos intentan ponerse a salvo, Casio Querea se ocupa de un pequeño detalle, la familia del emperador. Su esposa Cesonia, y su hija fueron asesinadas; pero no se había planeado nada más allá. El Senado se reune y acuerda no investigar la muerte del emperador, acusar a Calígula de crímenes que justifican retroactivamente su muerte, y restaurar la república. Pero los acontecimientos cobran vida propia. Suetonio cuenta que un grupo de germanos descubrió a Claudio detrás de una cortina mientras se dedicaban al pillaje-asesinato. En vez de darle pasaporte, le vitorean como emperador y se lo llevan a su campamento. Emperador por chiripa.
Pero hay otras versiones. Al fin y al cabo, Claudio era tartaja, babeaba y arrastraba la pierna. Era el tonto oficial. Augusto lo ignoró en su testamento. Tiberio le elevó en la jerarquía sacerdotal pero nunca llegó a oficiar nada. Calígula le nombró cónsul sufecto, pero como una más de sus celebres bromas. Claudio había encajado todo esto llevando una vida plena en lo posible. Plena de vino, apuestas e historiografía. Lo cierto es que su obra literaria e histórica es notable. Por eso, cuando los germanos se reunieron en su campamento a discutir la situación y se dieron cuenta de que la República les mandaría al paro; necesitaban encontrar un emperador. Y Claudio estaba ahí, disponible. Así que fueron a buscarlo. La última versión supone que Claudio es el instigador principal del magnicidio.
Cuando el Senado se entera de que los germanos han nombrado a un emperador, envían una comisión a investigar al campamento. A partir de aquí, Herodes Agripa se convierte en una pieza clave de los acontecimientos: o bien aconseja al Senado que acepte a Claudio dada su debilidad, o bien aconseja a Claudio que aproveche la oportunidad y se imponga al débil Senado. También figura en las crónicas como mero intermediario, sin tomar parte activa. Sea como fuere, durante la noche del 24 de Enero del 41 el Senado toma el foro con las cohortes urbanas dirigidas por un mando afecto. Pero, de repente, las tropas se pasan a Claudio, pantagruélico soborno de por medio.
Viendo el pastel, los Senadores corren a prestarle juramento. Más tarde en sesión oficial, se votan todos los títulos y poderes del princeps, excepto el de Imperator y Páter Patriae. Toma el nombre de Cesar, pese a ser el primero que no era descendiente directo, ya que no había sido adoptado. Esto empieza el proceso de cambio de la palabra “Cesar” desde un nombre propio romano hasta un título dinástico. El Kaiser, el Sha, el Zar; todos ellos descienden de ello.
Como coda a esta comedia de enredo, Claudio se estrena en el poder: no puede condonar el asesinato de su predecesor, aun que sólo sea por princpio. El pretexto es el asesinato de la mujer e hija de Calígula por el cual son ejecutados Casio Querea y el centurión acompañante, como autor material. Asiático opta por el suicidio. El resto son perdonados.
La muerte de Calígula supone un precedente que marcará el futuro destino del Imperio Romano. Demuestra que los emperadores pueden morir, si uno se lo propone. Demuestra que los emperadores deben morir, ya que no existe mecanismo alternativo para terminar con un mandato injusto o incompetente. Demuestra que la República está completamente muerta y olvidada. Demuestra que el ejercito es el árbitro supremo de los destinos de la cosa publica.